Llegamos a la reseña del último libro de la trilogía de El elfo oscuro, que a su vez nos cuenta el inicio del basto viaje que emprende Drizzt Do’Urden a lo largo de todas sus sagas. Tras La morada y El exilio, el joven drow ha salido a la superficie, dispuesto a encontrar su lugar en el mundo. ¿Cómo le irá la cosa, exploradores?
El viaje de Drizzt
Drizzt Do’Urden abandonó Menzoberranzan y la forma de vida impuesta por la malvada reina araña Lloth y se vio obligado a sobrevivir en las entrañas de la mismísima Antípoda Oscura, donde corrió el peligro de perderse a sí mismo. Por el camino, hizo buenos amigos que lo ayudaron a tomar la decisión más importante de su vida: dejar los túneles de la Antípoda y salir a la superficie. El sol le escuece en los ojos y hace perder la magia de sus cimitarras y el piwafwi. Allá donde va, todos ven a un elfo oscuro y no al joven de enorme corazón que es en realidad. ¿Será que ha cometido un error al salir de los túneles? ¿Existe un lugar donde sus habitantes sean capaces de ver más allá de su apariencia de drow? ¿Está Drizzt destinado a vivir solo el resto de sus días? Estas son preguntas que asaltan a nuestro protagonista a lo largo del libro, provocadas por unos terribles y traumáticos sucesos de sus primeros meses en la superficie y de sufrir el rechazo constante del resto de razas.
Drizzt Do’Urden sigue buscando un lugar donde ser aceptado por sus valores, y parece que cada vez que lo consigue, todo se tuerce (no hay más que echar la vista atrás y recordar lo sucedido en Blingdenstone). El argumento de este libro es bastante simple y adictivo. Su función es unir lo sucedido en los dos anteriores con los acontecimientos del primer libro de R.A. Salvatore: La Piedra de Cristal.
Amigos y enemigos
En El refugio Drizzt se gana unos cuantos enemigos nuevos (casi siempre sin tener nada que ver), pero también algún amigo leal. Me agrada mucho ver sonreír al drow y sus conversaciones con otros personajes cuando estos le permiten abrirse. Especialmente, me gusta ver cómo recibe lecciones acerca de sus creencias y valores, también sobre el cazador (lado oscuro de Drizzt) y su pesimismo. Otra cosa con la que me lo he pasado muy bien es con las reacciones del drow hacia esos animales tan comunes para nosotros pero tan extraños para criaturas de la Antípoda Oscura (como su encontronazo con aquella mofeta). También su inquebrantable curiosidad hacia los humanos y otras razas, así como todas las reflexiones: ¿cómo saber en qué bando posicionarse cuando no conoce los auténticos motivos que llevan a las otras razas a luchar entre sí? ¿Cómo determinar qué es justicia y qué no lo es?
Destaco un personaje que he detestado a más no poder (tal y como digo en esta otra entrada): Roddy McGristle, un cazador que se obsesiona con Drizzt y seguirá su rastro a lo largo de toda la novela con la intención de vengar a su perro y su oreja. Detesté al rudo de McGristle por ser tan ruin, capaz de condenar a un inocente con tal de obtener su venganza. Por todas las pestes que echa sobre Drizzt aún cuando sabe que le falta la razón. Me gustaría decir que lo detesto por ser un villano bien construido, pero no es el caso. Cumple, eso sí, pero no deja de ser algo plano. De hecho, se mantiene lo dicho en la reseña de La morada sobre los personajes: no se profundiza demasiado en ellos a excepción de Drizzt y aquellos que llegan a ser amigos suyos a lo largo de su viaje.
Montolio, el ermitaño
¿Cómo terminar mi reseña sin hablar de este fantástico personaje? Montolio es el nuevo amigo de nuestro joven drow (tendrá alguno más, pero no con auténtica importancia en este libro). Un viejo ermitaño, ciego, que se comunica con los animales; un vigilante jubilado que se ha trasladado a las montañas para vivir sus últimos años de vida en paz. Montolio será también su mentor y maestro y gracias al cual Drizzt aprende a ver lo bueno que hay en sí mismo, a pesar de la dualidad de su persona generada en los túneles de la Antípoda Oscura. Me llegaron al corazón todos sus diálogos (por cursi que suene) e incluso solté lagrimillas de emoción en varias ocasiones. Me declaro tan fan de Montolio como lo fui de Zaknafein.
A fin de cuentas, Zaknafein fue mentor de Drizzt, pero pocas veces vimos auténtica sinceridad en su relación ya que ambos tendían a ocultarse sus verdaderos sentimientos. En Belwar, Drizzt encontró a su primer amigo verdadero más allá de Guenhwyvar, pero Montolio ha sido tanto amigo como mentor. Además, el ermitaño ha logrado abrir una brecha en la barrera que nuestro drow preferido ha forjado alrededor de su corazón. Ver a Drizzt sincerarse con alguien ha sido de lo más gratificante.
El refugio cierra por todo lo alto esta trilogía y nos sitúa en el lugar donde empieza El valle del Viento Helado. Drizzt cambia la oscuridad de los túneles para adentrarse en un mundo lleno de grises donde las puertas se cierran ante su aspecto. El personaje más emblemático de R.A. Salvatore adquiere más complejidad y descubre el auténtico significado de la vida. Drizzt sigue la búsqueda de su lugar en el mundo, ese lugar donde sus habitantes sean capaces de ver más allá de su apariencia de drow y donde se reconozcan sus acciones. Leyendo esta trilogía, no he podido evitar pensar en lo bien que me cae este fantástico drow, que se ha ganado mi más sincera amistad.