Después de la larga espera y del sinfín de rumores y expectativas sobre la adaptación de Flashpoint, ha llegado a la pequeña pantalla la tercera temporada de Flash; cuyo primer episodio ya he disfrutado y me dispongo a reseñar. Un episodio que probablemente no haya cumplido las expectativas de los que esperaban una adaptación del arco argumental de los cómics Flashpoint y que, sin embargo, yo he disfrutado por los motivos que relato a continuación. Cabe decir que, si no estáis al día con la serie, no deberíais seguir leyendo a no ser que seáis amantes de los spoilers.
No más de lo necesario
Antes que nada, voy a confesar que yo jamás he leído los cómics de Flash —ni de ningún otro superhéroe de DC o Marvel— y por tanto, las referencias y las adaptaciones, me traen sin cuidado. Yo con Flash busco el entretenimiento que me ofrece la serie y no le exijo más de lo debido —para eso ya hay otras historias—. Tampoco me detengo a enumerar si es fiel o no a la obra original, puesto que no podría hablar con propiedad. Dicho esto, he de decir que el capítulo me ha gustado. Quizá no haya sido el mejor estreno de la serie —de hecho, se podría decir que en cuanto a dinamismo ha sido el más flojo— pero ha sido correcto dentro de sus parámetros.
Sobre todo —a riesgo de ganarme la antipatía de los seguidores del cómic— me alegro de que la trama de la nueva línea temporal —esa en la que nos dejó Barry al final de la segunda temporada al salvar a su madre— no haya pasado del capítulo de estreno. Me explico: ocurriera lo que ocurriera en esta línea, ya todos sabíamos que en algún momento las cosas volverían a la normalidad; volviendo justo a la noche en la que Barry derrotó a Zoom. Por tanto, prácticamente todo lo ocurrido en el Flashpoint de la serie es relleno sin más función que marcar una nueva transición en el protagonista. De forma que alargarlo hasta diciembre —como yo pensaba que harían— considero que habría sido un error. Me alegro también haberme quedado al margen de los rumores y spoilers durante estos meses, de ese modo me he librado de las expectativas y he podido centrarme en disfrutar de los distintos aspectos del episodio.
Recurriendo a las emociones
Si hay algo que podemos destacar de esta serie, es su maña a la hora de explorar el corazón de sus personajes. Y es que, sea o no buena la temporada, los episodios siempre tienen una dosis acertada de dramatismo y los guionistas saben explotarlo en los momentos precisos. Este episodio no iba a ser menos, sobre todo teniendo en cuenta que Barry lleva unos tres meses conviviendo con sus dos padres vivos —recordemos que Henry fue asesinado por Jay Garrick al final de la segunda temporada— y viviendo en un mundo donde el “equipo de Flash” no existe. Por si fuera poco, hay otro Flash —apodado Kid Flash— que se encarga de luchar contra el crimen, por lo que Barry se limita a seguirlo y ayudarlo a escondidas cuando es necesario. Mientras, busca el modo de acercarse de nuevo a Iris y mantiene al Reverso encerrado en una prisión improvisada.
Con esta premisa comienza esta nueva tanda de capítulos, donde no hallamos un mundo sumido en el caos ni con grandes cambios, como todos esperábamos. De hecho, podemos ver a un Barry más relajado. Literalmente, tomándose unas vacaciones mientras disfruta de una vida junto a sus padres —algo que no le podemos reprochar—. Teniendo en cuenta el nivel de dramatismo al que nos vimos sometidos en la segunda temporada, resulta refrescante ver esta nueva versión de Barry. Pero, tal y como le rebela el Reverso, Flash pronto empieza a experimentar las consecuencias de sus actos: cuanto más utiliza su velocidad, más rápidamente va perdiendo los recuerdos de su propia línea temporal y, si llega a perderlos todos, no tendrá forma de volver a su propio tiempo. Y claro, el que Kid Flash (Wally) acabe mal tras una batalla contra otro velocista, y se encuentre entre la vida y la muerte, terminan de hacer que Barry se decida.
Quizás sus motivos se vean un tanto forzados, pero no porque no se sostengan, sino porque no se les da la reflexión necesaria: a fin de cuentas, el guión cuenta tan solo con 45 minutos de metraje. Con todo y eso, me ha gustado la dinámica que ha tenido Barry con la Iris de esta línea temporal. Muy a pesar de que no soy candidato de esta pareja, ni aprecio especialmente a la hermanastra de Flash, no esperaba menos de una relación cuyo destino llevan vendiéndonos desde el primer episodio. A fin de cuentas, los años que han convivido juntos no han pasado en vano, para ninguno de los dos.
Conclusión
No hay mucho más que destacar puesto que el episodio no me ha parecido una maravilla. Aunque tampoco lo tacho porque dentro de lo que cabe me ha gustado y nos ha entregado buenos momentos —confieso que se me ha hecho un nudo molesto en la despedida de Barry y sus padres—. Quizás merezca una mención Cisco, que ha tenido su gracia, pero he echado en falta sus camisetas frikis y algún comentario más elaborado. O Catlin con su “¿estoy secuestrada?”
Como sea, Flash ha vuelto y podemos disfrutar de nuevas aventuras. Aún sin que el episodio no haya hecho más que dar un pequeño adelanto de la nueva situación de Barry, me ha dejado un buen sabor de boca y con ganas de saber qué ocurrirá la semana que viene. Hemos visto a un Flash más seguro de sí mismo y positivo, algo que espero se mantenga.