El primer volumen de Apocalipsis Z fue mi última lectura de 2017 y, como no podía ser de otro modo, resulta ser mi primera reseña de 2018. Tras haberlo pasado de lujo con Veinte, tenía altas expectativas en este libro, pero he de decir que no me ha dejado tan buen sabor de boca como la nueva novela del autor.

Diario de un apocalipsis

La peculiaridad de este libro es precisamente el modo en el que está narrado: el protagonista escribe un diario online en un blog y a través de él nos va explicando el tumulto de noticias que van surgiendo a raíz del asalto a las instalaciones militares de Daguestán. Digamos que somos testigos de, cómo poco a poco, el mundo se va yendo al garete. Vemos empezar el apocalipsis y vivimos las primeras aventuras en solitario de su protagonista. El libro no va mucho más allá.

En un principio, el tema del blog me hacía gracia. Y llegados a un punto, como en todo apocalipsis, el mundo se queda sin electricidad de modo que a nuestro protagonista no le queda más remedio que continuar escribiendo, pero en un diario. Se valora el esfuerzo de Loureiro de justificar que el personaje se preocupe tanto por un cuaderno cuando tiene que correr para salvar su vida, pero lo cierto es que no termino de creérmelo. También cabe decir (y no es spoiler) que el tema del diario cierra su argumento en este libro y los otros dos están, sencillamente, narrados en primera persona (lo cual me parece acertado, porque de ese modo no se necesita forzar la narración y queda más natural). También he de mencionar que el cierre de la trama del diario me ha gustado bastante y casi termina compensando los contras.

El ritmo de la novela

Tenía entendido que se trataban de libros ligeros de leer y muy adictivos. Bien, pues yo he tardado lo mío y no me ha enganchado tanto. Lo he disfrutado, eso sí, pues Loureiro escribe muy bien y no siento falta de detalles. También hace buenas descripciones, bastante visuales. Pero el avance del argumento me ha parecido lento. Es más, el argumento en sí es la pura supervivencia. Digamos que, en conjunto, el objetivo de este libro es salir de Galicia (si los personajes lo logran o no, eso es ya otra cosa).

Por otro lado, Loureiro compensa con situaciones de riesgo bien elaboradas y desaliñados escenarios que enriquecen la ambientación de la novela. Mención especial a todo el arco final en el hospital Meixoeiro, desde las persecuciones hasta las crisis emocionales de los personajes. En ese sentido, sí me ha dejado satisfecho. En cuanto al protagonista, sin destacar demasiado, cumple y evoluciona como cabría esperar, sin demasiadas sorpresas (no llegamos a conocer su nombre en este libro). Su compañero, Viktor Pritchenko, rebosa más carisma, pero debido a que todo está narrado en un diario, tenemos pocos diálogos y este no termina de brillar como me habría gustado.

Cómic y juego de mesa

Este libro a sido adaptado al cómic (de hecho, algunas de las imágenes de esta reseña son del mismo) por Vicente Vegas y editado por Panini en 96 páginas. Según tengo entendido, es muy fiel al libro y seguramente contenga ilustraciones a color en su interior. También hay un juego de mesa, con cartas, diseñado por David Illescas para un máximo de cuatro jugadores. Ambos productos tienen muy buena pinta y lo cierto es que los quiero.

Sé que esta es, posiblemente, mi reseña más hater hasta el momento. Es posible que esto se deba más a las expectativas que tenía en la trilogía en sí, que al hecho de que el libro no me haya gustado: porque lo ha hecho. Puede que este no fuera mi momento para leerlo, por lo que retrasaré la lectura de los otros dos (que ya los tengo). Como sea, seguiré leyendo otros libros de Manel Loureiro y en mi punto de mira está El último pasajero.