Una rosa dispuesta a nacer es un microrrelato que he redactado para la iniciativa propuesta por Lorena S. Gimeno: relatos cuyos protagonistas no tienen un género definido, dejándolo a imaginación del lector. Un grupo de cuentos que se recopilarán en la Antología Genderless, con temática completamente libre y de espíritu igualitario. Yo os traigo dos almas unidas por un libro.
©Jonathan Naharro
Diseño de portada y corrección: Jonathan Naharro
Tipo: microrrelato
Escrito en: mayo de 2018
Imagen sacada de Pixabay
Se conocieron en la biblioteca. Se rozaron sus manos al tocar el lomo de aquel libro, y sus destinos quedaron sellados.
Una simple mirada de comprensión, una pasión compartida, dos voces que se encontraban.
Una rosa dispuesta a nacer.
La voz primera en tocar el libro debía gobernar un reino, cuidar de sus campesinos, curanderos y guerreros.
Y la voz segunda dos vástagos a los que dar de comer.
Mundos distintos que convergen en un mismo instante, por un libro.
—Disculpe majestad, todo suyo —se eximió la segunda.
—No se preocupe, lo cierto es que no siento apremio —le tendió su majestad el libro—; solo pretendía ojearlo.
Y la segunda voz fue la primera en leerlo, y la primera lo leyó en segundo lugar. Una más fue la vez que se encontraron con un banal pretexto, siete las que lo hicieron a conciencia. Lo mantuvieron en secreto, no obstante, para evitar levantar miradas indiscretas o ser fruto de murmullos intolerantes. Y los libros fueron su refugio, una armadura de tinta, papel y cuero. Una morada a través de la cual recorrían los más lúgubres senderos y descubrían las más inusuales maravillas del mundo.
Compartían secretos, penas y alegrías. De papel el lecho en el que no dormían, de limón los besos, celestial la música que las envolvía.
Siete los meses de dicha, antes de la agonía.
El ejército del reino enfermaba corrupto y blandió su acero contra la familia real que le proporcionaba unidad. La ambición humana arrancó el corazón de la voz amante de su majestad, y así el corazón de su majestad se ensombreció.
Marchó a la guerra y la guerra ganó y a los hijos de su amor salvó y por su gente se alzó.
Pero no su corazón.
Aunque la rosa no murió.
Siguió con vida. Por un recuerdo, un libro, un momento. Por la certeza de que al abrir sus páginas, recorrer sus letras, el mundo de los vivos y el de los muertos convergen una vez más; unidos por un lecho de papel ya cubierto de polvo.